Desde que en 1969 Estados Unidos empezara a bombardear Camboya bajo la supervisión del entonces consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Henry Kissinger, muchos han soñado con que acabara sus días en la cárcel, tras ser juzgado por un tribunal internacional. En lugar de eso, el secretario de Estado más famoso en la historia de EE UU cumplirá este sábado un siglo de vida en su cómoda mansión de Connecticut, desde donde viaja frecuentemente a sus oficinas de Manhattan, donde dice poner hasta 15 horas de trabajo diarias, cada vez más reconocido y homenajeado en medio mundo.

¿Podrá la edad rehabilitar su imagen? ¿O será que ha vivido lo suficiente como para que el mundo olvide su pasado? Ciertamente no ha habido ningún otro hombre de Estado en el país que llegue a los cien años como él. Ni siquiera Jimmy Carter, que en octubre cumplirá los 99, desahuciado por los médicos, pudo mantener el pulso de la política internacional durante sus últimos años como lo ha hecho Kissinger. Ciego de un ojo, medio sordo y con múltiples operaciones de corazón, el responsable de muchos de los crímenes por los que se odia a EE UU en el mundo sigue escribiendo artículos influyentes sobre los temas clave de la geopolítica mundial con el frío pragmatismo que siempre le caracterizó. Ofrece hojas de ruta para acabar la guerra de Ucrania, corrige a los gobernantes actuales sobre las intenciones de China y discrepa sobre el papel que debe tener Rusia en el mundo.

Desde Ucrania, hasta China

Sigue escribiendo artículos influyentes sobre los temas clave de la geopolítica mundial

«Ucrania ha adquirido uno de los ejércitos de Tierra más efectivos y mejor equipados de Europa gracias a EE UU y sus aliados», expresaba en un artículo publicado en el Reino Unido en noviembre pasado. «Un proceso de paz debería ligar a Ucrania a la OTAN, como quiera que eso se exprese. La alternativa de la neutralidad ya no tiene sentido, especialmente después de que Finlandia y Suecia se hayan unido a la OTAN».

Fue él quien encontró para China su lugar en el mundo mientras era secretario de Estado de Nixon. Muchos le culpan por haber creado un monstruo del gigante asiático que amenaza con devorar a EE UU, pero él no tiene ningún remordimiento, ni de eso ni de muchas otras cosas. «Hubiera ocurrido tarde o temprano», dijo la semana pasada en entrevista en la CBS. Se sentía agasajado por ser de nuevo el centro de atención en su centenario y contestaba con seriedad las preguntas sobre sus éxitos y su influencia en el mundo. «Si uno de sus ayudantes llamase a Pekín para decir que el doctor Kissinger quiere hablar con el presidente Xi Jinping, ¿cree que él cogería el teléfono?», preguntó el presentador. «Es muy probable, sí». Pero cuando sacó a colación que algunos le llaman «criminal de guerra» por las 150.000 vidas que costaron los bombardeos a Camboya, empezó a perder el agrado. «¡Venga ya! Hemos estado bombardeando con todo tipo de armas cada guerrilla a la que nos hemos opuesto en cada administración», reconoció con desparpajo. «¡Estás haciendo este programa porque cumplo cien años y ahora coges un tema de algo que pasó hace 60!», se quejó.

Asesor de Bush y de Trump

Sus pecados para la historia no acabaron con Vietnam. Se le atribuyó también el éxito de acabar con la Guerra de Yom Kippur entre Egipto e Israel y lograr una paz duradera para el país hebreo con algunos de sus vecinos, pero su impulso a golpes de Estado para controlar el mundo serán parte de su epitafio. Hay muchos que citar, desde Timor Oriental, a Bangladesh o Chipre, pero en Hispanoamérica lo que más dolerá siempre serán los que instigó contra el presidente Salvador Allende en Chile e Isabel Perón en Argentina.

Mucho más allá de que dejase oficialmente el Gobierno en 1977, tras haber servido a Kennedy, Johnson, Nixon y Ford, siguió actuando en la sombra. Documentos recientemente desclasificados revelan la reunión que mantuvo con el canciller de Pinochet, Hernán Cubillos, para asesorarle sobre cómo tratar al Gobierno de Carter –«con brutalidad»– para conseguir sus objetivos, después de haber instigado el golpe y haber apoyado personalmente a Pinochet, con el que se reunió en Santiago de Chile.

Nixon también asesoró informalmente a George W. Bush en la guerra de Irak y públicamente a Donald Trump. Por todo esto y mucho más, no cerrará los ojos tranquilo, escoltado siempre por guardias de seguridad que le protegen de las amenazas de muerte que ha recibido. Presume de que los gobernantes del mundo le abren las puertas, pero a los cien años las únicas que deben importarle son las del cielo.

Enlace de origen : Kissinger, ¿criminal o estratega?