Julio Arrieta

El descubrimiento fue casual pero «tuvo toda la emoción del hallazgo». En 2021, «durante la pandemia», el equipo de la Ferrería de El Pobal, en Muskiz, estaba preparando «con el filólogo Carlos Glaria un itinerario en esta localidad que nos iba a llevar de San Juan a San Julián». En un descanso junto a la segunda iglesia, «cuando estábamos cerca de la puerta, Carlos dijo ‘¿qué veis ahí?’. Nos acercamos y, a pesar de que ya habíamos estado allí muchas veces, entonces nos dimos cuenta. ‘¡Anda, pero si hay barcos grabados!’ Así resumía Marta Zabala el descubrimiento casual de un conjunto muy fuera de lo común de grafitos trazados sobre la madera de la puerta sur de este templo.

«Entonces se veían mucho peor que ahora. Pero allí estaban. Primero vimos un barco, luego otro barco, otro más… Distinguíamos letras, leíamos nombres… Fue emocionante». Ahora, y durante un año, el público podrá admirar estas singulares representaciones iconográficas en una exposición que se ha abierto en El Pobal. Y podrá hacerlo sobre el soporte original, porque el eje de la muestra, que se completa con paneles explicativos, calcos y fotografías de los grabados que ayudan a interpretarlos, es la propia puerta –o, para ser precisos, sus dos hojas– que, primorosamente restaurada, ha sido trasladada hasta la histórica ferrería.

En la presentación de la exposición, Lorea Bilbao explicó que «hace más de doscientos años algunas personas grabaron en la puerta de la iglesia de San Julián de Muskiz una serie de barcos, nombres y símbolos. Se han identificado un total de 24», concretó la diputada vizcaína de Euskera, Cultura y Deporte. La mayor parte –14– son siluetas de barcos de vela trazados con diferente grado de detalle. Pero también hay tres nombres –Llano, Urquixo y Bizente Gomez– y signos, alguno de difícil interpretación, alguno posiblemente de carácter gremial. «El hallazgo de este conjunto excepcional de grafitos navales», sin paralelo en el territorio, «ha supuesto un hito de especial relevancia para la historia y antropología marítimas de Bizkaia». Por ello, además de organizar la exposición, desde El Pobal se coordinó una investigación realizada por un equipo interdisciplinar -del que han formado parte Carlos Glaria, Juan Manuel González Cembellín, director del Museo de Arte Sacro; el historiador y arqueólogo marino Xabier Armendariz; la arqueóloga Rosa Ruiz Idarraga y el dibujante Javier Gandarillas- cuyos resultados se recogen en una publicación, que también se presentó este viernes.

La mayoría de los grabados son siluetas de quechemarines, un tipo de barco muy común en el siglo XVIII. /

Julio Arrieta

Marta Zabala detalló que «son grabados sencillos, en apariencia ingenuos, pero que proporcionan una información fundamental para comprender mejor la relación de nuestros antepasados con el mar. Son imágenes también muy evocadoras, que nos hablan de la dedicación marinera y comercial de este enclave costero y de la relevancia social que alcanzó en los siglos XVIII y XIX, su época dorada».

Al principio, cuando fueron descubiertos, todo eran incógnitas: «Entonces no sabíamos muy bien cuándo se habían hecho, ni quienes eran sus autores, ni por qué los realizaron». ¿Yqué hacían en la cara exterior de la puerta de una iglesia? «Intuimos que estábamos frente a un hallazgo importante». En efecto, estas siluetas de navíos y los signos que las completan no se entienden si no se tiene en cuenta que «el estuario del río Barbadun fue una de las principales vías para la exportación del mineral de hierro de Bizkaia».

El puerto de Lavalle

La iglesia de San Julián se construyó en un punto elevado que dominaba este estuario. A sus pies estaba el puerto de Lavalle, «enfrente mismo de esta puerta», en el lugar más protegido e idóneo para fondear o amarrar los barcos con seguridad. «Durante siglos, por este puerto salió buena parte del mineral de hierro de los Montes de Triano, la afamada vena de Somorrostro, en barcos que lo transportaban a los principales puertos del Cantábrico».

San Julián «fue la iglesia matriz de Muskiz, la única que tuvo el pueblo hasta el siglo XVIII», explicó Zabala. Era «además la sede de la institución económica más importante, la cofradía de mareantes». Frente al templo se conserva un crucero del siglo XVI que «era el ayuntamiento. Era el lugar en torno al cual se reunía la junta vecinal». Esto significa que los grabados no están hechos en un sitio cualquiera. Se hicieron «en el edificio que era el emblema y reunía a las principales señas de identidad del pueblo».

En el conjunto de grabados destacan dos nombres, Llano y Urquixo. Ambos figuran entre «los socios de la Cofradía de mareantes desde que se constituye. Aparecen firmando las primeras ordenanzas a finales del siglo XVII».

La diputada de Cultura, Lorea Bilbao, y la directora de El Pobal, Marta Zabala, observan los grabados sobre la puerta restaurada. /

B. F. A.

¿Y los barcos? Son esbozos, algunos trazados con unas pocas líneas, pero presentan los elementos suficientes que permiten reconocerlos.De ello se ha encargado el arqueólogo e historiador naval Xabier Armendariz. «La tipología más representada en la puerta es el quechemarín, un tipo de barco derivado de los ‘chasse-marée’ franceses, que dominó el tráfico costero en el siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. Son barcos ya potentes, con una capacidad de carga de unas 30 toneladas, de entre 15 a 20 metros de eslora entre puntas», con velas latinas. «Eran muy maniobrables y podían entrar en los puertos fluviales».

¿Pero por qué los grabaron en la puerta de la iglesia? El de la mar siempre ha sido un mundo «impregnado de religiosidad», apuntó Zabala. En la Antigüedad clásica hay constancia de la costumbre de ofrecer a los dioses un regalo u ofrenda a cambio de su protección. Son los exvotos, término que viene de la expresión latina ‘exvoto suscepto’, «en cumplimiento de un voto».

Así se pueden entender los grabados de la puerta de San Julián. «Bien como exvotos propiciatorios ante una nueva travesía o empresa, buscando la protección divina, o como agradecimiento después de conseguir de manera victoriosa el éxito mercantil o marítimo, como puede ser la adquisición de un nuevo barco o la culminación de una travesía». Lo que daría sentido a la presencia del símbolo ‘víctor’ entre estos grabados que ya se pueden admirar en El Pobal, en Muskiz.

Enlace de origen : Los barcos grabados en una iglesia de Muskiz que nadie vio en 200 años