Jorge Pérez (bilbaíno de Santutxu, 48 años) habla con entusiasmo del Athletic. el equipo de sus amores, con el que llegó a Primera y al que se mide esta tarde como segundo entrenador del Eibar. «Me encanta esta Athletic de estampidas, de oleadas, de atacar y volver a atacar», destaca.

Pérez es consciente de que este grupo de Valverde puede torturar a cualquier rival. «Es un equipo brutal», resume. Y se explaya: «Es atrevido, a veces algo alocado. En este fútbol en el que todo se transforma en ser tan posicional, tan equilibrado y con jugadores tan correctos a los que nos dejamos tener imaginación, da gusto ver los partidos del Athletic porque ocurren muchas cosas. Ese caos ordenado que ha logrado Valverde es un gustazo para el espectador».

El bilbaíno, que era extremo, tuvo una breve etapa en el Athletic con el que jugó su primer partido en 15 de febrero de 1998 y el último en abril de 1999. En medio quedaron 22 encuentros y un momento para el recuerdo. Sólo anotó un gol, pero lo hizo en la competición más importante, la Liga de Campeones.

Sucedió en Trondheim (Noruega) en noviembre de 1998 en la quinta jornada de la fase de grupos. Llegó en el minuto 91 de un partido de la quinta jornada de la fase de grupos perdido 2-1 y que supuso la eliminación rojiblanca. «No sirvió de nada, pero luce en el currículo. Jugamos a menos ocho grados en un campo impracticable». El Athletic entrenó la víspera en un terreno en perfectas condiciones, pero los noruegos lo dejaron la víspera sin cubrir con lonas y aquello se convirtió en una pista de hielo.

En esa etapa conoció a Joseba Etxeberria y constataron que tenían intereses comunes. «Los dos teníamos inquietudes futbolísticas y un jugador que nos encantaba a ambos, Paul Scholes (Manchester United)», evoca. Pero Jorge Pérez comienza su vida errante y la distancia genera desapego.

Tras dejar el fútbol arranca su carrera en la cantera del Lorca y llega a dirigir un partido en Segunda como técnico interino. Joseba Etxeberria se va al Tenerife y le ofrece seguirle como segundo.

La labor del segundo

Lo tiene muy claro. «Para ser un buen segundo entrenador tienes que no querer ser primero porque tendrías un conflicto de intereses difícil de gestionar», advierte.

Su familia se ha quedado en Lorca y él vive en Arrasate, donde el Eibar entrena. «Joseba me da mucho espacio. Estoy muy a gusto y me siento reconocido».

Ha aprendido que su «labor es hacer dudar al primer entrenador», algo que hace muy a menudo. «Joseba tiene una gran virtud. Si pensara que le iba a hacer tambalearse no le diría tantas cosas. Pero como es firme en sus convicciones le comento cosas. Un segundo entrenador tiene que ser incómodo porque eso mejora al primero. No hay que cuestionarle, pero si hacerle dudar en alguna cosa», resume.

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